Menores y adicción a las nuevas tecnologías: la prevención del uso abusivo de las pantallas

Por Pedro L. Medero Irizo. Psicólogo sanitario. Miembro del Comité Científico de Cemin (Confederación por el mejor interés de la infancia). Profesor asociado del Departamento de Psicología Clínica y Experimental de la Universidad de Huelva.

Una estudiante trabaja con su ordenador / Pixabay.

El mundo de las nuevas tecnologías, como ya sabemos, invade hoy prácticamente la totalidad del funcionamiento humano. Es ya un componente esencial del ámbito laboral, formativo, de ocio u otros.

Por lo tanto, nuestras personas menores están continuamente expuestas a esta nueva herramienta que, como todas las herramientas, es productiva si se hace un uso adecuado de ella.

Sin embargo, conocemos muchos casos en los que se hace patente un uso abusivo de las pantallas por parte de nuestros jóvenes, llegando en ocasiones a constituirse en una adicción, en un verdadero problema clínico que altera el funcionamiento personal, social y familiar.

Aislar a las personas menores de las nuevas tecnologías no es posible. Como sabemos, inundan ya la práctica totalidad de los contextos del ser humano.

Cabría entonces preguntarse por qué hay jóvenes que hacen un uso racional de las tecnologías y otro conjunto de jóvenes realiza un uso abusivo.

Podríamos partir de la premisa de que el uso razonable de las pantallas se basa en que la persona ocupa su tiempo en una gama de actividades diversas, combinando el recurso de la pantalla con multitud de acciones que implican su participación en alternativas constructivas, como podrían ser actividades formativas, culturales, deportivas, aficiones, relaciones sociales y familiares, entre otras.

Llegamos así a la primera pregunta que madres, padres y profesionales podríamos plantearnos para prevenir el problema: ¿Se ofrece a las personas jóvenes suficientes alternativas atractivas al uso de la pantalla?

Muchas madres y padres seguramente me contestarían que sus hijos e hijas tienen casi todo a su alcance, y aun así siguen prefiriendo sistemáticamente el recurso de la pantalla.

Pasamos entonces a la siguiente pregunta: ¿Cómo compiten las pantallas para atraer a la persona frente a otros estímulos? Veamos qué ofrecen las pantallas:

En primer lugar, la tecnología supone un estímulo atractivo. Los diseños gráficos y sonoros son realmente atrayentes.

Nos preguntaremos entonces ¿son las demás actividades suficientemente interesantes? ¿Conseguimos hacer que las alternativas a la pantalla sean motivadoras y estimulantes como lo son los recursos tecnológicos?

Veamos con detenimiento qué hace tan atractivas las pantallas:

  • Además de un recurso audiovisual atrayente, se manipulan con una enorme sencillez, apenas pasar un dedo por la pantalla o pulsar una tecla.

Atraerán por lo tanto a menores que sientan debilidad por lo fácil e inmediato, aquellas personas menores que huyen de la dificultad y del esfuerzo.

¿Estamos educando a nuestros menores en los valores de dedicación, constancia, esfuerzo? O por el contrario les educamos en un sistema fácil de vida, donde todo es asequible con solo pedirlo.

Qué menores serán más probablemente víctima del uso abusivo, aquellos que disfrutan dedicando horas a realizar una tarea meticulosa o quienes requieren obtener de manera sencilla la satisfacción.

  • Pero es que, además de fácil, la recompensa que ofrecen las pantallas es inmediata en el tiempo. La persona no necesita esperar para recibir el estímulo que busca, basta teclear o pedirlo por voz.

Ahora debemos preguntarnos: ¿Educamos a las personas menores en encontrar la satisfacción con inmediatez, respondemos a sus demandas dándoles lo que piden sin demora? ¿Estamos enseñando a las personas en desarrollo a ser pacientes, a trabajarse la obtención de beneficios, a dedicar tiempo y esfuerzo a las satisfacciones? ¿Aprenden nuestros chicos y chicas a disfrutar siendo constantes con una tarea cuya gratificación está diferida en el tiempo?

  • Las pantallas ofrecen también una gratificación segura, sin frustración posible, no existen errores. Siempre que el aparato funcione bien, es ponerse a utilizarlo y obtener lo que se persigue.

Qué menores serán más susceptibles de abusar de las pantallas, aquellos que han aprendido a soportar la frustración y hacer de ella un motor para la superación, o aquellas personas que sufren cada frustración como si les arrancasen la vida.

Y qué hacemos progenitores o educadores cuando un niño o niña se frustra y agarra un berrinche, ¿corremos a socorrerle para que se calle y no sufra, o asumimos la latosa tarea de ayudarle a calmarse, a aceptar las cosas y a tratar de aprender para superarse?

Parece evidente que aquellas personas menores dispuestas a admitir la frustración, y los resultados diferentes a los deseados, estarán en condiciones de disfrutar con actividades cuyos logros no se pueden garantizar (juegos de mesa con amistades, competiciones deportivas, estudios…)

  • Se añade a lo anterior, que las pantallas permiten un cambio rápido y constante de estimulación, un dedazo a la pantalla y cambio de vídeo, de personaje, de entretenimiento.

Qué personas serán más propensas a abusar de las pantallas, las educadas en concentrarse en una tarea y atender todos los detalles durante un periodo largo de tiempo o aquellas personas que se aburren con facilidad ante cualquier inconveniente y, sobre todo, qué papel jugamos aquí progenitores y profesionales ¿enseñamos a disfrutar del trabajo concienzudo, bien elaborado, de actividades que requieren atención y meticulosidad, de experiencias que implican cierta duración?

Vale, pero cómo se educa en todo eso.

La educación diaria en contextos de familia u otros contextos naturales no puede ser programada, pero sí mejorada.

Uno de los factores educativos más potentes es la observación. Aprendemos aquello que vemos. Yo suelo decirle a mi alumnado, sobre todo si son de educación, “cuidado, porque todo lo que se enseña se aprende”.

Las personas adultas enseñamos a menudo que cualquier momento de descanso es un buen momento para mirar el móvil, consultar los mensajes, ver noticias o redes sociales.

Madres y padres recurren a la pantalla en sus ratos de asueto, incluso se irritan si el niño o la niña intenta llamar su atención y proponerles jugar a otra cosa. Nos convertimos entonces en modelos de comportamiento que buscan la pantalla como forma de goce y que incluso se enfadan si alguien les entorpece.

Del tiempo que pasamos en presencia de nuestros hijos o hijas ¿en qué porcentaje actuamos como modelos que hacen cosas diferentes?

¿Dedicamos tiempo a jugar con nuestros menores, a practicar aficiones, a hablar de algún tema de interés, a salir juntos a correr por el parque, a visitar un museo, a caminar por un paraje natural, a participar en un voluntariado, a cantar, a tocar un instrumento, a comentar una lectura… ¿o pasamos más tiempo tumbados en un sofá, con una pantalla o con un mando a distancia en la mano?

Claro que, a veces, nuestros niños y niñas tienen guasa. Es un fastidio cuando se ponen insoportables, porque colman la paciencia del más tranquilo. Cierto. Son personas inmaduras y muchas veces nos lo hacen pasar mal.

Por eso, el recurso de darles una pantalla y que se callen es muy tentador, sobre todo cuando uno está ocupado en otros asuntos. Qué elegimos con más frecuencia, responder mensajes del móvil o atender las llamadas de atención de hijas e hijos, y en qué orden.

Quién no ha escuchado que, cuando se le deja el móvil o la Tablet, se encierra en su cuarto y no se le escucha. Qué placer. Creo que toda madre y todo padre ha sucumbido alguna vez.

Si queremos que nuestra descendencia no haga un uso indiscriminado de la pantalla, debemos saber aceptar que es necesario compartir tiempo con ella, asumir que eso a veces es un fastidio, que nuestra vida está comprometida por la responsabilidad de la maternidad o la paternidad.

En conclusión, permítanme explicar la prevención por oposición, estableciendo un decálogo de acciones que favorezcan el uso abusivo o adictivo de las nuevas tecnologías:

  1. Impida o dificulte que las personas menores participen en actividades diversas, reduzca su mundo a pocas posibilidades de acción.
  2. Sea usted un modelo de persona que ocupa su tiempo libre en las pantallas.
  3. No dedique tiempo a participar con su hijo o con su hija en actividades lúdicas, culturales, deportivas, sociales u otras.
  4. Eduque en la cultura del poco esfuerzo, enseñe a su descendencia que todo lo que requiere dedicación y compromiso es sumamente pesado y desagradable.
  5. Impida que las personas menores aprendan a soportar y manejar la frustración, trate de que obtengan sin esfuerzo todo lo que deseen.
  6. Eduque en la inmediatez, proporcione rápidamente todo lo que la persona demande.
  7. Enséñele que toda acción cuyo resultado o cuya gratificación no son seguros, no merece la pena.
  8. No le ayude nunca a superar las dificultades con dedicación y paciencia.
  9. Facilite las pantallas como alternativa al tiempo compartido con usted.
  10. Huya del fastidio que generan las personas menores ofreciéndoles una pantalla como entretenimiento

 

Pabilo Editorial
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