Finaliza el curso y con él llega el procedimiento que definirá la vida inmediata (no solo profesional, sino también personal, familiar, social, etc.) de miles de docentes interinos en Andalucía: la colocación de efectivos para el curso 2023/2024.
Un año más, cruzaremos los dedos y haremos cábalas para tratar de asentarnos durante el próximo año escolar en algún lugar de nuestra preferencia o, al menos, donde el daño sea menor. Un año más, muchedumbres de docentes en perpetuo estado de ansiedad rellenaremos un documento sobre el que se sustentan gran parte de nuestras ilusiones y esperanzas, rogando a los dioses para que a alguien con mayor tiempo de servicio efectivo no le dé por elegir el mismo sitio y cambiar así, de un plumazo, nuestros planes.
Por si ustedes no lo saben, la mayoría llegamos a este procedimiento con una mirada cínica y desilusionada, tras varias oposiciones finalizadas con éxito, aunque la combinación de nota final y puntos por tiempo de servicio (recordemos que las famosas “oposiciones” son, en realidad, un concurso oposición) no nos haya permitido aún disponer de la ansiada plaza definitiva, que no es ansiada por conducirnos a algún tipo de iluminación chamánica ni nada de eso, sino porque implica el principio del fin de continuar girando como una peonza de un sitio a otro, sin saber a qué atenernos por el camino. Pero, mientras carezcamos de ella, no nos queda otra que seguir entrando en el mercado de fichajes de verano, si me permiten el símil futbolero.
Con el alma en vilo, aguardaremos el momento en el que se desvelen, allá por julio, los puestos provisionales que preceden a los definitivos, ya en agosto. A partir de ese instante, muchos sabremos si obtenemos la plaza ansiada o siquiera si trabajamos, pues puede darse la circunstancia de que quede uno fuera de los puestos de Champions para el 1 de septiembre y deba esperar a la repesca de las sustituciones y vacantes sobrevenidas a partir del 10 de septiembre, que son puestos que se cubren a lo largo del curso, en función de las necesidades derivadas de las jubilaciones, bajas por enfermedad, permisos de paternidad o maternidad, convalecencias u otras múltiples circunstancias.
Hasta aquí todo bien, o casi; uno lleva ya unos cuantos años haciendo esto y comprende la complejidad de los procesos multitudinarios que se manejan en el ámbito educativo andaluz, pero, teniendo en cuenta que el principio rector de acceso a la función pública es (o debería ser) la igualdad de oportunidades, me temo que en el caso de los maestros y maestras que pertenecemos a la bolsa de empleo de Educación Primaria, no está cumpliéndose o, al menos, no con las garantías igualitarias que se sobreentienden en un procedimiento de estas características.
Los docentes de Primaria nos encontramos cada curso con la misma situación: la administración cubre las plazas vacantes con todas las especialidades disponibles (inglés, francés, música y educación física) y, después de ello, completa lo poco que queda con la bolsa de primaria, a la sazón la más nutrida de todas, lo que puede ser interpretado, a todas luces, como un agravio comparativo muy alejado de la presunta igualdad de oportunidades, de tal manera que se sucede un peculiar acontecimiento año tras año: maestros y maestras de Educación Primaria con 10 años o más de tiempo de servicio sin plaza el 1 de septiembre mientras compañeros y compañeras de otras especialidades con muchos menos años trabajados realizan labores de tutoría y especialidad, al mismo tiempo.
Lo peor de todo esto es que, al final, cuando nos lamentamos de esta situación, da la sensación de que ataquemos a nuestros compañeros y compañeras de otras especialidades, como si ellos estuvieran detrás de nuestra queja, cuando, precisamente, eso es lo último que deseamos (sé que hablo en nombre de mis compañeros de primaria). La protesta está dirigida a la administración y sus procedimientos, nunca contra los profesionales de la docencia, quienes, en la mayoría de los casos, se encuentran en situaciones similares.
La solución a una circunstancia tan injusta y persistente en el tiempo requiere de representantes políticos que se sienten de una vez a reflexionar sobre el funcionamiento del sistema educativo y asuman la responsabilidad de efectuar los cambios que sean necesarios para mejorar el acceso a la función docente en Andalucía, sin recurrir al evidente espíritu de enfrentamiento que se ha alentado tradicionalmente desde las administraciones para que el profesorado se mire de reojo y no colabore como un cuerpo unido.
Necesitamos urgentemente un replanteamiento serio y consensuado de todos los procedimientos y estructuras del sistema educativo. Hasta ahora, este se ha desplazado por un mar de conformismo, como uno de esos grandes cargueros llenos de contenedores, sin un rumbo establecido y gobernado por capitanes más o menos competentes, pero sin imaginación ni visión de conjunto, llegando a ser, en algunos casos, marinos caprichosos. Es hora ya de fijar un camino, poner el buque en orden, solventar las vías de agua (la bolsa de empleo de Educación Primaria es una de ellas) y llevarlo a buen puerto.
Todos saldremos ganando.