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La burocratización delirante de la profesión docente

Por Jesús María Prieto, presidente de ANPE Huelva

Hablar de educación no puede ser hablar de política educativa. Pero si queremos definir el principal problema de la educación en nuestro país es la sucesión interminable de leyes educativas que vienen una tras otra modificando parte o la totalidad de la anterior.

Los alumnos, los docentes, las madres y padres y el resto de la comunidad educativa necesita de una Ley de Educación consensuada por las principales fuerzas políticas y que vaya de la mano de un proyecto de financiación viable. Apostar por un gran pacto por la educación sería el primer paso para intentar abordar los retos que la educación pública tiene por delante, que no son pocos ni sencillos.

Hablar con docentes de su trabajo diario es toda una experiencia. Busquen a uno y hagan que les cuente. Les hablará de la burocratización delirante de la profesión docente, de la cantidad de horas que dedica al trabajo en fines de semana, de cómo tiene que aprender a golpe de Ley de Educación nueva terminología para llamar a las mismas cosas con distinto nombre y agregar el matiz diferenciador, amén de actualizarse en su propia especialidad, de cómo tratar con alumnos, padres y tutores sin ofender a nadie por ningún posible motivo que pudiera molestar directa o indirectamente.

La burocratización excesiva está convirtiendo la tarea docente en algo inabarcable. La Consejería de Educación de la Junta de Andalucía tiene implantado un sistema informático llamado Séneca para la gestión de todos los aspectos relacionados con la gestión de los centros educativos, del alumnado y de todas las actividades que se desarrollan. El tiempo que los docentes invierten en volcar información de todo tipo en Séneca ha ido creciendo muy significativamente en los últimos años, especialmente en lo relativo a la evaluación del alumnado. Esta se ha convertido en una tarea larga y engorrosa desarrollada delante de una pantalla, sujeta a la disponibilidad del sistema que se ve colapsado en multitud de ocasiones. Esto obliga a muchos a buscar las horas del día (y de la noche) en las que el sistema está menos sobrecargado.

El esfuerzo de los docentes para adaptarse a cualquier tipo de situación hace que el sistema siga funcionando con unos niveles de calidad muy altos, pero no conviene seguir tensionando mucho más tiempo. Hay que encontrar los caminos y las fórmulas para garantizar un sistema educativo público con los estándares de calidad más elevados posible y mantener la ilusión en los profesionales que ejercen una de las labores más comprometidas y hermosa que existe.

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