La plataforma de familias y AMPA “Escuelas de Calor” de Sevilla considera una irresponsabilidad que la vuelta a colegio tras las vacaciones de navidad no se haya aplazado al menos una semana para poder valorar su incidencia entre la comunidad educativa. Igualmente se lamenta que nunca se hayan tomado verdaderas medidas, eficaces y basadas en la evidencia científica tras 2 años de pandemia, cuando ha habido certezas que podrían haber guiado las actuaciones en los centros educativos. Alumnado y docentes han sido, junto a sanitarios y personal de geriátricos, los más olvidados durante la pandemia. Se ha primado por encima de la salud, la economía y la necesidad de “conciliar”.
En los centros educativos nunca ha habido distancia de seguridad (la elevada ratio y las dimensiones de las aulas no lo permite), nunca ha habido certeza de que la ventilación era la adecuada, nunca se han hecho test ni rastreos, nunca se ha medido el CO2, nunca se ha filtrado el aire, nunca se ha dotado de EPI seguro a docentes y no docentes, nunca se ha exigido mascarilla FPP2 (obviamente caras para un uso diario y prolongado que exigiría a la Administración ponerlas a disposición de la comunidad escolar), nunca hubo control de qué mascarilla llevaba el alumnado, nunca se ha mantenido un criterio claro y homogéneo sobre qué es “contacto estrecho” cuando de colegios se trata. Los centros educativos no han sido seguros nunca. Ningún espacio lo es al 100% en pandemia, pero desde luego menos lo son aquellos en los que no se toman medidas eficaces.
Ha campado la desinformación, la tergiversación de datos, los mantras de seguridad y el “no mirar para arriba”, ahora que esa expresión es tan conocida para saber cómo actúa la sociedad cuando ve peligrar “la normalidad”. Las evidencias científicas de que este virus es de transmisión aérea son numerosas en la comunidad científica internacional. Hay muchísimos estudios muy serios que lo avalaban desde los primeros meses de la pandemia. Muchos reputados científicos han puesto en foco desde el principio en los espacios cerrados, mal ventilados y con alta densidades: escuelas, trasportes públicos, fábricas, aviones… Todos esos espacios y servicios de los que no se puede prescindir, pero sobre los que tampoco se ha puesto la inversión porque es más sencillo decir que el virus se muere si te lavas mucho las manos y sale más barato a corto plazo.
Lo peor es que no sólo la Administración ha sido irresponsable, sino que la comunidad educativa ha “entrado por el aro”, sigamos usando expresiones entendibles por todas, y las que no lo hicieron, tuvieron que ceder a las presiones, coacciones y soledad de quienes nadan contracorriente. Aquellas familias que decidieron presionar en septiembre de 2020 con el #SinSeguridadNoVolvemos por pedir algo tan simple como presencialidad con medidas acordes a la situación de pandemia, fueron tachadas de absentistas y de vulnerar el derecho a la educación de sus hijos/as. Se vieron solas, porque las AMPA, sus federaciones y confederaciones hicieron declaraciones de protesta (qué menos) pero no pasaron a la acción, no fuera a ser que molestaran a algunas socias o a la Administración que sostiene esas estructuras “representativas”. Habría que haberse negado a entrar en las aulas así y plantar cara a una Consejería negligente. Similar actitud en los sindicatos, salvo honrosas excepciones que intentaron mantener huelgas sin mucho éxito; tampoco entre la docencia se pasa de la protesta estéril en claustros y recreos, máxime con equipos directivos presionados para “aquí no pasa nada, todo controlado o que lo parezca”.
Para sostener la necesaria presencialidad con seguridad hacía falta planificación e inversión, y ni una cosa ni la otra. Y así nos va.
La vuelta al cole puede ser caótica ahora tras las navidades con una variante de altísima transmisibilidad. Faltarán docentes, no tendrán sustitutos/as inmediatamente, el alumnado tendrá que ser repartido en otras clases, las ratios subirán (temporalmente al menos), habrá niños y niñas que se contagien de forma asintomática y quizás transmitan la ómicron del SarsCov2 a sus compañeros/as, docentes y familias. ¿Es esta la presencialidad que vamos a aceptar? ¿Dónde quedan en este escenario la equidad y el derecho a la educación y a la salud? Pero eso sí, las empresas recibirán a sus trabajadores/as en tiempo y forma porque habrán podido conciliar gracias a la escuela. No miremos para arriba y que la economía y el sistema se recuperen como si nada pasara. Aprender a convivir con la COVID es esto.
Nada hemos aprendido tras 2 años. Pero porque no se quiere, el aprendizaje siempre es un acto de voluntad. No se quiere ver que las infraestructuras educativas necesitan adaptarse para siempre a estas posibles pandemias y que, al menos en Andalucía, hay una ley de bioclimatización en centros educativos que debería haberse aplicado para ir caminando en esa línea (filtros de aire bien dimensionados, mediciones de CO2, ventilación forzada y/o cruzada). No se quiere ver que volver a las aulas en plena transmisión comunitaria es un riesgo inasumible si no queremos seguir comprometiendo la salud y tensando aún más la colapsada atención primaria. No se quiere bajar la ratio ni invertir en recursos humanos que mejoren la calidad educativa y tapen los “agujeros” del sistema educativo que la pandemia ha hecho más evidentes aún. Desde EDC tenemos claro que no vale cualquier presencialidad.
Nada se ha hecho y nada parece que se vaya a hacer. Seguirán desoyendo las recomendaciones de la ciencia, porque estas críticas que venimos haciendo no las hacemos por ser “mosca cojonera”, permítase la expresión, sino porque vemos cómo personas expertas van en esa línea.